Se intuye con la calma sin olvido
por cómo agita el viento la floresta,
moviendo por las ramas el destino
y, a voces, a los duendes los despierta.
Porque somos la llama de los días
de luz iluminando los recuerdos;
la luna de un invierno que porfía
en noches dando besos al silencio.
De mí, sabes bien poco, crees que miento;
que incumplo las promesas que se daban,
¡si nos alejan sólo contratiempos
robándonos los cantos de alborada!
No olvides que eres vida de mi mundo,
regalo de una ofrenda de lo amado;
un océano agitándose desnudo
por dentro de un amor circuncidado.
Lo mismo que confunde, nos lo aclara
la eterna seducción de todo cielo,
como hoja desprendida en una danza
que cree ser la dueña de un lucero.
Porque eres de ese aliento que pervive
del último suspiro de la carne,
por eso me descubre quien me mide
frenando tempestades por mis tardes.
A. Elisa Lattke V.
Precioso poema que nos dejas en este martes.
ResponderEliminarUn abrazo.